El psicológico es un apoyo complementario al que hacen los expertos en Nutrición y Endocrinología, que tiene como finalidad identificar cuáles son los mecanismos por los que una persona come de una manera inadecuada; qué factores del estilo de vida contribuyen a la obesidad; qué factores pueden estar implicados en que la persona utilice la comida como un modo de compensar el estrés, o qué factores de tipo emocional pueden estar implicados en comer de manera inadecuada
El apoyo
psicológico es esencial para el éxito de un programa de reducción de peso. El
contacto cercano con el terapeuta y la participación de la familia son técnicas
útiles para reforzar los cambios en la conducta del paciente y evitar el
aislamiento social.
Enseñar a una
persona a hacer un estilo de alimentación saludable, es labor del profesional
de la nutrición. El profesional de la psicología toma en cuenta la conducta
humana en su sentido más amplio, cuyos componentes interactúan e identifican a
cada persona por su personalidad, la propia conducta, su pensamiento, memoria,
desarrollo, cognición, emoción, entre otras.
Existen diferentes modelos de atención psicológica
siempre dependiendo de las circunstancias de cada paciente, Verónica Vázquez Velázquez (Doctora en Psicología (UNAM) y Psicóloga
clínica adscrita a la Clínica de Obesidad y Trastornos de la Conducta
Alimentaria) propone la atención
psicológica del paciente obeso en las siguientes cinco estrategias:
Las formas de abordar el tratamiento de la obesidad son muy
variadas. A menudo se usa la combinación de la Terapia Conductual y la Terapia
Cognitivo Conductual (TCC), lo cual muestra los mejores resultados, el TCC
abarca, junto a los componentes cognitivos propios de esta terapia, unos
procedimientos comportamentales para el abordaje de la conducta alimentaria y
el ejercicio físico que se asemejan en algunos aspectos con los de la terapia
de conducta.
La psicoterapia cognitivo-conductual pone el acento en “qué
debería cambiar y cómo puedo hacerlo”. La tarea consiste en solicitar al
paciente que observe primero su conducta, pensamientos y sentimientos, así como
la relación que existe entre ellos y sus hábitos alimentarios, de modo que
permita buscar otras alternativas más beneficiosas que puedan ponerse en
práctica en su vida diaria.
Cuando el paciente está en las primeras fases del TCC, los
hábitos de alimentación inadecuados todavía permanecen sin modificar, hasta que
un mejor control de la comida esté activado y por ello permite observar la
forma en que canaliza habitualmente sus afectos. Con frecuencia, el paciente no
tiene conciencia de estas dificultades y de sus efectos. Los problemas que
mejor reconocen son los de la imagen corporal, la belleza y la salud, pero no
la disfuncionalidad de sus interacciones y planteamientos, por lo que este es
un contexto indicado para trabajarlos.
A continuación algunas de las intervenciones básicas:
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